Una especia le decía a su compañera almidonada, si la fama se adquiere de la nada o del aire que pasa por las napas de la vasta realidad que amontona la hule del sol en un solo y periférico punto de encuentro.
-No jodas que estoy tomando sol- dio por respuesta la tuberculosa y espectacular papa, que allí habitaba.
A esto la páprika enmudeció, pero solo un breve instante, tras el cual prosiguió con un planteo con el cual pretendía que el blanco tubérculo le explicara por qué el alma del frío y triste relámpago andino fregatorio, es tan repetitiva en la hierba negra de los reposos del viajero, que la niebla no se alcanza a ver las manos cuando el hombre decide tomar otro sorbo de café y estirarse hacia las frívolas medialunas.
La papa lo miró: -Te digo, el salero sabe mucho de ese tema, de relámpagos y yerbas, yo que vos...-le dijo con aire despreocupado.
Pero el páprika no tenía intenciones de acercarse al salero.
