Entiende que tan solo pocos niños se refugian en espejos para ver la luz de frente; él prefiere ser al lado de la ruta. Pero ya conoce a quienes lo acompañan en una carrera hacia la muerte, son todos revólveres sueltos como el, bandidos de la vida que deciden honradamente anidar donde les place. Parecería ser que se resuelve todo, pero pólvora, y el ideal cae y la niebla sube y todos calculan hasta donde llegan sus gritos violetas.
Hijo de la vida.
Un parásito.