Flota como una larva perdida en el estanque. Ya no escapa, aquellos que con risas lo atormentaron, son parte de un zumbido pasado, pisado. Ahora busca una raíz para aferrarse a la vida, mientras que sus diablos debaten si le quedan unos años más, o si es hora de cortar el chorro. Pero el es joven y determinado, y tose para sobrevivir. Al final, sale de la oscura alcantarilla donde se encontraba, sale al mundo, al neón y las suaves pieles.
Esta ciudad lo recibe como a un niño extraviado, lo abraza, lo mima, para luego meterlo en la máquina de hacer hamburguesas.