Un disópono, y tantos colores rotos y partidos, chorreando sus plumas infinitamente rojas, azules verdes negras.
Nunca una pausa tan libre de tendones, de cristalización, hoy es día para parpadearle a los pétalos más viejos, mimarlos con el aire y verlos renacer a turgencias vigorosas.
Privados del grito amargo, todos los seres cabecean a sus ritmos por la vida alguna vez rasposa, que hoy d e s l i z a la gelatina fulgente de sus almas en circunferencias y viajes curvilíneos de todo tipo.
Tanto amor clorofílico entre las palpables texturas del día, que hace ocaso en un fuego ni tan tibio, pero tampoco.
Una sola chispa baila como en trance, sin advertir que los vecinos curiosos han bajado de sus departamentos y sus casas a verla vibrar.